domingo, 28 de noviembre de 2010

CAPITULOS 25,26,27

25
Tonya Hurley

Ghostgirl

Reunió sus cosas y salió al pasillo desierto, cabe decir que de bastante buen humor. Como esperaba que la acosaran con preguntas de camino a secretaría, casi le decepcionó comprobar que el aviso pasaba desapercibido, pero claro, todos estaban en clase, así que continuó como si nada. «¿La sala 1.313?», se preguntó, todavía aturdida por los desencuentros con Damen y el osito de goma. Al doblar una esquina y adentrarse en uno de los largos pasillos, una lectura del Annabel Lee de Edgar Allan Poe inundó el corredor desde una de las aulas del fondo. Era su clase de Literatura de segunda hora, el lugar donde supuestamente debía estar ella, que ya había comenzado. Las palabras resonaron en el pasillo vacío, su eco rebotando contra los suelos recién encerados y pulidos del primer día de curso. Pero nuestro amor era más fuerte que el amor de nuestros mayores, que el de muchos más sabios que nosotros, y ni los ángeles del Cielo, allá arriba, ni los demonios, en las profundidades del mar, podrán jamás desgajar mi alma del alrna de la hermosa Annabel Lee. Por alguna razón, parecía conocer el camino a la extraña sala, a pesar de no haber estado allí antes. Se vio arrastrada hacia una puerta sin numerar situada al fondo del pasillo. Abrió, y se encontró con una escalera que descendía hasta una zona del sótano, que más que asustarla la desorientó. Mientras bajaba, vio las descascarilladas tuberías expuestas que recorrían el techo, sobre su cabeza, y el suelo de cemento a sus pies. Charlotte respiró hondo y se pinzó la nariz como medida preventiva, pensando que ya había aspirado suficiente contaminación por ese día en la pasarela. Sígame se dijo a sí misma con voz quejumbrosa, pinzándose la nariz, en su más fiel imitación de El jovencito Frankenstein, e inició el descenso. Sus pisadas golpeaban el suelo en silencio. Las tuberías parecían brillar por la condensación de agua, pero, curiosamente, no goteaban y no olía a moho ni a humedad. Se retiró los dedos de la nariz para volver a tomar aire y enseguida se dio cuenta de que no había necesidad de seguir pinzándosela. Mientras avanzaba por el estrecho corredor de tuberías, conductos de aire y cableado, vio una luz que iluminaba el camino y se detuvo. Era brillante, aunque pálida, como la luz de la luna. Parecía provenir de detrás de la vieja caldera, que estaba fría por encontrarse apagada. Se asomó y vio una habitación en una esquina. En el cristal de la puerta aparecía grabado el número 1.313.

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Tonya Hurley

Ghostgirl

Charlotte empezaba a inquietarse, no tanto a causa de la siniestra oficina y la fría luz que de ella emanaba, sino más bien porque comenzaba a retrasarse en el
horario que se había impuesto. Este pequeño rodeo estaba consumiendo buena parte del tiempo que había planeado destinar a acosar, bueno, a «conocer» a Damen. Y aun así, sintió más curiosidad que irritación cuando cayó en la cuenta de a qué podía venir esto. «¡Seguro que es aquí donde hay que inscribirse para las clases avanzadas! ¡Menudo día, las cosas no podrían salir mejor!», se dijo distraídamente mientras franqueaba la puerta y se dirigía al mostrador con la exuberancia de Sharpay Evans en High School Musical. Lo primero que vio fue un viejo transistor y unos jarrones de flores marchitas que descansaban sobre una mesa. Lo primero que oyó fue la canción Seasons in the Sun de Terry Jacks sonando a volumen muy bajo. No se sabía toda la letra, pero al escu‐ charla en ese momento, flotando en el aire húmedo, en una habitación tan silenciosa, fría y vacía, le costó creer que hubiese llegado a ser todo un éxito. Incluso en los setenta. Adiós a tí, mi amigo de confianza. Nos has conocido desde nueve o diez. Juntos subimos montañas o árboles. Aprendidas de amor y de ABC, pelamos nuestros corazones y pelamos nuestras rodillas 1. «Qué mal rollo», pensó Charlotte mirando a su alrededor y haciendo tamborilear los dedos sobre el mostrador, con la esperanza de que alguien la oyera. —Hola, eo, ¿me ha llamado alguien? ¡Soy Charlotte Usher! —gritó por fin hacia el fondo de la oficina tratando de que alguien le hiciera caso. Una secretaria con un moño medio deshecho y una blusa de encaje de cuello alto surgió como por encantamiento de debajo de la mesa. —Oh, lo siento, no era mi intención gritar. No se me ha ocurrido mirar hacia abajo. —Ni a ti ni a nadie, cielo —ironizó la secretaria. Sin mirarla a los ojos, la secretaria le tendió un portapapeles con un montón de hojas.

UN Adiós, mi amigo fiel. /Nos conocemos desde los nueve o diez. / juntos escalamos colinas y árboles. / Aprendimos sobre el amor y el abecé, /Raspamos nuestros corazones y raspamos nuestras rodillas.

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Tonya Hurley

Ghostgirl

Toma, rellena esto y no olvides… la secretaria dejó la frase a medias y tiró de Charlotte hacia sí, como si fuera a darle un valiosísimo consejo—… devolverme el BOLÍGRAFO. El extraño proceder de la secretaria desconcertó a Charlotte, pero luego pensó que de haberse tratado de una «persona afable» no estaría encerrada en el sótano de un instituto, trabajando sola, prácticamente a oscuras. Antes de que Charlotte tuviera tiempo de formular su primera pregunta, la secretaria cerró la ventanilla de golpe. Charlotte ordenó las hojas en el portapapeles y fue a sentarse junto a una chica de largos tirabuzones pelirrojos ataviada con un vestido de majorette verde intenso. Charlotte habría jurado que la chica no estaba allí cuando entró, pero se había sentido tan preocupada en ese momento que ahora no podía estar segura del todo. Se puso a revolver entre los papeles un momento y luego se volvió e intentó contactar visualmente con ella, aunque sin éxito. Hola. Soy Charlotte dijo a modo de tentativa, ofreciéndole la mano. Pero… nada. La chica pareció hacer oídos sordos, o al menos desinteresados, ante el saludo y continuó mirando hacia abajo, con la nariz pegada a su libro. Charlotte estaba demasiado acostumbrada a que la trataran con desdén, no obstante ¿también iba a hacerlo una chica nueva? ¿Es que las cosas iban peor de lo que imaginaba? Decidió echarle arrojo y extendió su mano aún más, pero la chica prosiguió con la lectura sin prestar la menor atención a la muestra de bienvenida de Charlotte Usher. Charlotte pensó que quizá conociese ya a alguien en el instituto. Tal vez se había incorporado en verano y ese «alguien» le había hablado de Charlotte. No, no podía ser; no le cabía en la cabeza que alguien hablara de ella en verano, ni siquiera para hablar mal. Un débil silbido sacó a Charlotte de su ensoñación. Sonaba como un solista de flauta ensayando en la sala de música. Charlotte miró a su alrededor incapaz de adivinar de dónde provenía el sonido. Se metió un dedo en la oreja y lo hizo girar, para ver si así cesaba. Pero no lo hizo, de modo que trató de ignorarlo con todas sus fuerzas, concentrando de nuevo toda su atención en los formularios. En lo alto de la primera página se podía leer «Nuevo alumno». ¡Ah, así que sí voy a poder apuntarme a clases avanzadas para el curso que viene! anunció orgullosa en voz alta, deseando poder impresionar de ese modo a la chica. Tan entusiasmada estaba, que empezó a rellenar los formularios a toda prisa, sin apenas leer las preguntas. Mientras sus finos dedos se deslizaban a la velocidad de la luz sobre las preguntas, empezó a sentir un recelo creciente al leerlas en alto.

COMENTARIO : QUE el libro esta dirijido a los adolecentes

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